El Puesto de Montesino, un recuerdo inolvidable

Era algo más que una parada en la huella. Casi por respeto, había que detenerse ahí, donde don Dionisio y doña María atesoraban en el rancho de adobe un mundo de buenas costumbres, que el tiempo se encargó de desparramarlos en un puñado de muchachas y muchachos chicos, sus 10 hijos. 

Zonales 20 de junio de 2022 Por: Cristian Javier Acuña Por: Cristian Javier Acuña
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Los que pasaban de largo, no es que fueran apurados, directamente desconocían las bondades de los Montesinos. El puesto era humildón como todo puesto de la época. El dueño del campo era un tal Alston, pero para todos era el Puesto de Montesino. Dionisio y María estuvieron ahí unos 17 años, desde 1972 a 1989. El mate, la mano tendida, la novedad del pueblo o del campo, eran motivos para detener el trote si ibas o venías a caballo y la marcha si ibas o venías en camión o camioneta. 

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El puesto estaba cerca de la llamada ruta de El Indio, en Leuvucó, a unos 30 kilómetros de Victorica. Ver pasar una camioneta era motivo de gritos por aquellos años. “Por acá pasaba un mundo de gente: el Tata Saín, el Hugo Viniegra, los Domínguez, el Titi Estrada, por nombrarte algunos”, cuenta Alicia, una de las cuatro mujeres hijas de Dionisio Montesino (falleció en 1991) y María Angélica Páez, quien en la actualidad tiene 81 años. 

Este sábado, un asado, el rancho que ya no es ni siquiera tapera, los volvió a juntar en el puesto. Con la excusa de colocar una Virgen de Luján, la familia se juntó con nietos y bisnietos para recordar aquella niñez en el campo, donde las paredes eran de barro y donde el barro tenía el olor a una infancia que por nada del mundo se quiere borrar. 

EL PUESTO DE LOS RECUERDOS

El campo era propiedad de Juan Alston, un médico inglés. Allí trabajó Dionisio Montesino como puestero, hasta 1989, que se jubiló.

“No hay nada. No quedó nada del Puesto, pero sí los recuerdos, donde mi mamá nos hacía el pan… donde ordeñábamos la vaca lechera… los caldenes, eso está ahí. Pasó una camioneta y empezamos a los gritos con mis hermanos, sin darnos cuenta, estábamos haciendo lo que hacíamos hace unos 50 años atrás, cuando éramos chicos”, cuenta Alicia. 

MARÍA

Con sus 81 años encima, María volvió al puesto, donde crió a sus hijos. Entre las anécdotas, volvieron a recordar cuando galopó hacia el puesto vecino para traer al mundo a Jorge Domínguez. “Mi mamá fue quien hizo de partera cuando nació el Jorgito Domínguez, se tuvo que ir a caballo para cortarle el cordón”, recuerda Alicia. 

Los Montesinos, son un puñado: unos diez hermanos, hay unos 30 nietos y unos tantos bisnietos. Hace unos 20 años atrás, cuando se juntaron para volver al puesto, viajaron en la caja del camión de Pablo Irastorza.

Siempre hay una excusa para volver a la infancia. Esta vez, fue la colocación de una Virgen de Luján, y la visita de Maxi, uno de los nietos que juega al fútbol en Italia.

LA QUERENCIA

Los Montesinos, que son unos cuantos, siempre tienen un motivo para volver a las raíces, al rancho de barro que ya no es ni tapera, a los recuerdos que siguen abrigados por añejos caldenes una historia que siempre merece ser contada: la de la infancia, donde está la querencia, ese imborrable rastro donde se han criado esas buenas costumbres de ser un Montesino. 

Foto de portada: María, en el puesto, junto a nueve de sus hijos.

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