La pampeana Mariel Schwert, actual delegada Regional de la Patagonia de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) recordó que su padre fue uno de los tantos jóvenes que fue a la Guerra de Malvinas con tan solo 17 años.

“Mi viejo era un albañil de pueblo, en Villa Iris (Buenos Aires) al límite con La Pampa. Con 17 años... flaco, tímido y solo había usado una gomera. Estaba trabajando en la vereda de una casa del pueblo cuando una mañana, el cartero en bicicleta y llorando le trajo una carta. Esa carta le anunciaba que en pocos días iba a partir para Bahía Blanca”.
“Ese día lo siguieron desde la plaza de Villa Iris hasta la entrada del pueblo, 6 km, lo despidieron los 600 habitantes del lugar. Mi papá fue en alpargatas de yute, una camperita de hilo y las lágrimas en la garganta, así llegó también a Puerto Deseado, donde los subieron a un camión con armas y ropa en bolsas de arpillera, a encontrar talles de calzado y las "armas que más les gusten", así me lo describió, ya que no tenía idea de armas”.Mariel recuerda que desde ahí al tren, cuando su papá bajó, se le enterraron las alpargatas en la nieve. Era un "frío de cagarse", sostiene, poniendo ahora en su boca las palabras que su padre le cuenta cada vez que describe sus días en la guerra.
EN MALVINAS
El relato de Mariel cuenta que su padre, Aníbal Miguel Pepe Schwert “se hizo de compañeros, con los que las anécdotas eran moneda corriente. A las seis de la mañana mate cocido y la "pastilla blanca" de todos los días, "Nunca tuve dolores, sí hambre y frio". Un pedazo de carne congelada y agua... y otra vez frío”.
“Una cola inmensa para el mate cocido, tratar de llegar antes de tomarlo congelado... y frío... Falta de caricias, de un abrazo...Y frío... Un pozo, una chapa, armas, poca ropa y los deseos de volver a casa. Hasta que un día todo terminó, o así parecía, pero un mes más paso hasta que los encontraron... Frío, hambre, soledad... Y armas que nunca anduvieron. Botas grandes y la camperita de hilo abajo para no sentir tanto el frío”.
EL REGRESO A CASA
“Llegó después de una larga odisea a Bahía Blanca – continúa su hija Mariel- fue hasta la casa de su hermano mayor, se abrió la puerta y la familia casi se desmaya al verlo, todos lo daban por muerto. Hoy agradecemos a Héroes, que en realidad fueron víctimas de un gobierno Militar infame”.
Por último, Mariel sostiene que su papá hoy maneja un taxi en General Pico buscando el poco mango que le da el día a día.