El dolor después del dolor (el horror antes del horror)

Derivaciones del conmovedor e impactante crimen de Lucio: violencia sobre violencia. Causas y sistema.

Provinciales 28 de noviembre de 2021 Redacción: InfoHuella Redacción: InfoHuella
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Por JP Gavazza / Publicado en Radio Kermés

El dolor paraliza, conmueve, nubla. Y empuja para atrás: en un sentido, ojalá que como revisión; en otro sentido, es reaccionario y retrógrado. Puede servir para repasar el horror que estaba antes del horror. Y no nos va a salvar del dolor que hay después del dolor.

Por un lado el drama destapa y pone en primer plano todo lo que el Estado no hace, o hace mal. Por otro lado, la demagogia empuja más odio social y más violencia. Otro patético show de la adultez para las niñeces que tienen tristeza, también acá en la República ni tan Separatista ni tan Compañera de La Pampa.

La escena pública local quedó en un instante copada por ese único tema: el asesinato de Lucio. Su tierna mirada en las fotos de las redes sociales, el justicierismo disparado contra su madre y la pareja (para colmo otra mujer), la repetición mediática de tétricos datos de la autopsia y la referencia permanente a la supuesta cantidad de denuncias previas.

Se hace tan difícil creer en los medios sensacionalistas que sin información rigurosa hablan de una docena de denuncias, como en los organismos del Estado que aseguran que nunca constó alguna referencia a hechos de violencia, ni en la Policía de Santa Rosa o de General Pico, ni en la Escuela, ni en Salud, ni en el área de Niñez de la Provincia.

Lo que deja el dolor en realidad es un montón de preguntas que no se hacen, porque en estas instancias la duda se prohibe: ¿cuál fue el rol de todos estos organismos estatales: no vieron, efectivamente, lo que era evidente? ¿Ni siquiera anotaron las denuncias que hubo, si las hubo? (no sería la primera vez que no aparecen registros de una denuncia) ¿No dieron importancia a algunos signos o mensajes tácitos que alertaran sobre episodios violentos? ¿O era de verdad absolutamente inesperado que ocurriera semejante cosa?

El impacto político del crimen viene de la convulsión social, que a su vez deriva de la certeza -comprobada o no- de que además de las personas que cometieron el crimen, en instancias estatales alguien no hizo lo que tenía que hacer. Esa seguridad viene alimentada por la sensación previa a este horror, por ejemplo, de que los jueces "son vagos".

Pero además, ¿solo los organismos del Ejecutivo y del Judicial -con su precarización inaceptable, su eterna "plancha", su indolencia- son negligentes con las niñeces vulnerables y olvidadas? ¿Recién ahora la oposición en el Poder Legislativo tiene la idea de una "interpelación", a la luz del escandalete social, sobre un tema del que antes se ocupó poco y nada? ¿Y qué hay de los medios de comunicación, los comentadores seriales, la docencia, los grupos de "papis" y "mamis" en la escuela, los seguidores del fútbol infantil, las empresas, la población adulta en general? ¿Cuándo y por qué se nos da por pensar en la pibada, y hasta qué próxima tragedia?

Cualquier costado o dimensión que se pretenda poner reflexivamente sobre este tema, sus causas, sus implicancias, primero tiene que pasar por esta breve parrafada en la que Cintia Alcaraz resume muchas verdades.

MUERTE INACEPTABLE

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Están formalizadas por el homicidio la madre de Lucio, Magdalena Espósito Valenti y su pareja Abigail Páez. El médico forense Juan Carlos Toulouse se mostró ante los medios después de su intervención. Algunos detalles de esos trascendidos son terribles, describen una violencia inusitada, a niveles incomprensibles.

A pocas horas de la muerte, el padre de Lucio (Christian Dupuy) publicó su posición en las redes sociales, quejándose porque no tenía logrado la tenencia de Lucio. Se incorporó ese dato a una suerte de historia oficial básica, sin fisuras ni grietas ni curvas.

Lucio vivió con sus tíos en General Pico, durante un período en el que la madre del nene y su pareja vivieron en Córdoba y dijeron que no podían sostenerlo económicamente. Maximiliano Dupuy, hermano del padre, tuvo a cargo a Lucio durante un año y medio. Cuando la madre y su pareja regresaron a La Pampa, en el año 2019, reclamaron la restitución.

Hubo algunas disidencias, pero según la Justicia las partes se pusieron de acuerdo en que Lucio volviera a vivir con su madre. No hay referencias en ese expediente a situaciones de agresiones, aunque ahora la familia paterna alude a algunos hechos violentos.

Es tan inconcebible que un nenito de 5 años sea asesinado de ese modo, es tan inaceptable, que se vuelve alivio humano encontrar alguna respuesta y repartir culpas. Es una forma menos terrible de "aceptar" lo que ocurrió, pero también tiene derivaciones hacia la venganza y las simplificaciones más odiantes. Y suele irse hacia ese lugar, además, con seguridad total, sin permitirse lugar a dudas, sabiéndoselas todas.

En la era de la posverdad, los únicos datos que son tomados fielmente son los que confirman lo que la emoción se propone (o necesita) creer.

Por eso no hizo falta tiempo ni información rigurosa para la aparición de rápidos culpables del asunto: las supuestas criminales, desde ya, y una serie de organismos estatales a los que es sencillo responsabilizar porque suelen dar claras muestras de desidia. Todo ocurrió de manera inmediata, como pasan las cosas en esta época: sin demasiado espacio para pensar, ni para chequear, ni para hacerse otras preguntas. Cuanto más básico, más efectivo e impactante.

Pero -cantaría Jorge Drexler- la vida es más compleja de lo que parece. Elegir los mejores caminos para la convivencia social, mejorar la calidad de vida de las personas, requiere del esfuerzo de sostener argumentos coherentes y no solo escandalosos a la luz de un hecho espantoso.

El hecho de estas horas, por ciertas cuestiones y por los organismos que pone en el tapete, refresca un episodio de hace años, que también sacó a la luz los desastres en el área de Niñez y Adopciones. Fue el Caso Carro. Una porción importante de la comunidad se movió desde la indignación porque le "quitaban" los hijos a una familia sustituta que los había criado varios años (muy por encima del tiempo que permite la ley).

Los Carro se convirtieron en bandera, una familia "heroica" enfrentando desde el amor la burocracia. Eso se veía, se decía, se repetía. La puesta en discusión pública sirvió para mejorar algunos aspectos del sistema y ciertas diligencias. Recién más tarde se desnudó otro costado: algunas familias sustitutas que veían en ese trámite una suerte de salida económica. Integrantes de la familia Carro, policías o expolicías, terminaron sentados en el banquillo judicial cuando se comprobó que secuestraron a un pibe porque sospechaban que les había robado, le hicieron un simulacro de fusilamiento y lo abandonaron descalzo en una ruta.

A grandes rasgos, después de la foto que movilizó a la comunidad y escondía otros pasajes, la película demostró que el Estado actuaba de modo feo, sucio y malo. Pero no solo el Estado.

ESTADO EN DEUDA

El Estado, más vale, está en deuda (y no solo por este caso): un infanticidio debe ser prevenido, porque la legislación es lo que determina y ordena a las autoridades. Las deficiencias en el área de Niñez no son novedad.

La precarización en el sector, como en Salud Mental, es espeluznante: las acompañantes terapéuticas, todas cumpliendo tareas como monotributistas, cobran migajas. El área tiene otras limitaciones presupuestarias, y por esa misma razón -entre otros pesares- hay una inconveniente renovación constante del recurso humano. Y después están las negligencias o despreocupaciones de las responsabilidades políticas.

El Estado tiene que atender las demandas y ponerse a la altura de las circunstancias, algo que no ha hecho porque aquello de que los únicos privilegiados son los niños se perdió en los rincones de la historia y quedó como frase huecamente repetida. Pero el camino hacia ese destino más saludable no va a llegar por la vía de los espasmos, la venganza y más violencia. El agite del ojo por ojo en las redes, la irresponsable réplica mediática desde el morbo, el espacio para el odio contra el lesbianismo (o contra lo que sea), no sanan: enferman.

Los crímenes de enorme impacto social, que sensibilizan hasta lo más íntimo, suelen ser un antes y un después para las comunidades en que ocurren. Lo que asoma complejo, en esta hora, es que haya una salida positiva para este dolor. Porque el contexto de conservadurismo empuja a primer plano situaciones que ya eran caldo de cultivo de lo más retrógrado. 

Fuente: Radio Kermés

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