Mirta Acuña de Baravalle, una de las fundadoras de Madres: "Volvería a hacer lo mismo"

Formó parte del primer grupo de 14 mujeres que se reunieron por primera vez en la histórica Plaza el 30 de abril de 1977 y que, con el correr de los años, se convertiría en la emblemática organización de derechos humanos que denunció el plan sistemático de violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura.

Nacionales 30 de abril de 2022 Redacción: InfoHuella Redacción: InfoHuella
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Mirta Acuña de Baravalle buscaba hace 45 años en soledad a su hija, Ana María Baravalle embarazada y a su yerno Julio César Galizzi, en el contexto de un país paralizado por la represión ilegal y el terrorismo de Estado que ejercía la última dictadura militar hasta que se sumó a un grupo de grupo de mujeres que atravesaban la misma situación y decidieron congregarse una vez por semana en Plaza de Mayo para reclamar que les digan dónde estaban los desaparecidos.

Mirta formó parte del primer grupo de 14 mujeres que se reunieron por primera vez en la histórica Plaza el 30 de abril de 1977, y que más tarde conformarían las Madres de Plaza de Mayo, que con el correr de los años se convertirán en una emblemática organización de derechos humanos que denunció el plan sistemático de violaciones a los derechos humanos que impuso el régimen militar.

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Foto: Télam archivo

Ante un nuevo aniversario del surgimiento de Madres, Mirta aseguró en una entrevista con Télam Radio que "volvería a hacer lo mismo" que hizo en aquella oportunidad cuando decidió salir a pedir información sobre sus familiares, en un país paralizado ante el terror, el silencio y las ausencias que se multiplicaban.

¿Cómo se organizó ese grupo de Madres para estar en la Plaza por primera vez?, consultó Télam Radio

Cuando nos juntamos, el 30 de abril de 1977, habían pasado varios meses desde que se llevaron a Ana y a Julio César, quienes fueron secuestrados el 27 de agosto de 1976. En Durante esos meses estuve buscándolos por todos lados. Aquel primer día empezamos por ir a la comisaría, y luego fui a la iglesia de Lourdes a pedir una misa, Recuerdo que cuando le dije al cura que mi hija estaba desaparecida, me respondió: "otro más". No le di importancia porque pensé que se refería a "otra" misa, pero no.

Ana María tenía 28 años al momento y Julio César 24 cuando fueron secuestrados en un domicilio de la localidad de San Martín. La joven estaba embarazada de cinco meses y se supone que su hijo o hija nació en cautiverio. Hasta el momento, todos se encuentran desaparecidos.

Mirta presenció la captura de su hija y yerno, y la búsqueda de su nieto o nieta la llevó a formar en octubre de 1977, el primer grupo de Madres que luego formarían Abuelas de Plaza de Mayo, la entidad que trabajaría de forma denodada para recuperar a los niños que nacidos en cautiverio vivieron durante muchos años con identidades fraguadas por padres apropiadores.

"Al lunes siguiente de los secuestros de Ana y Julio César fuimos al juzgado Número 2 de San Martín para hacer la denuncia. Recuerdo que el empleado que nos la tomó, cuando nos fuimos, hizo un gesto con la mano como cortándose el cuello. Yo no entendía por qué. Luego fui a la cárcel de Devoto donde había una fila de personas que iban a ver a presos políticos. Todos los días iba yo a ver si había novedades y allí me decían que cuando las chicas tenían su bebé, a los seis meses, se los entregaban a las familias. Con esa esperanza iba todas las mañanas a la cárcel y por las tardes a la comisaría, pero no había datos. A principios de marzo fui a la Casa Rosada y allí vi a cuatro o cinco mujeres paraditas. Al cruzar la plaza una me preguntó dónde iba y me pide que al salir fuera con ellas. Entonces vi que una señora entra y me doy cuenta de que estaba en mi misma situación. Hablo con ella y me dicen que a todas les pasa lo mismo. Conversamos un rato y vinieron soldados con itacas, a decirnos que teníamos que irnos porque 'había estado de sitio'", recuerda Mirta a lo largo de la charla.

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Foto: Archivo Télam

- ¿Y qué pasó después?

- Nos abrimos de ese grupito y cada uno se fue por donde tenía que ir a tomar el colectivo. Para el lado por donde me fui había una fuente con un banco circular. En ese banco nos sentamos cinco mujeres. Yo no las conocía y la que estaba en el medio sacó un tejido, y se puso a tejer. Era Azucena Villaflor (una de las fundadoras de Madres que luego fue secuestrada y asesinada en diciembre de ese año), y nos dijo: "Si vienen digamos que estamos tomando sol". Todavía no sabíamos qué íbamos a hacer. Entonces vinieron dos soldados e insistieron en que teníamos que circular. Una de ellas me tomó del brazo. Después me enteré que se habían llevado a su hijo de 17 años.

-¿Cómo volvieron a encontrarse?

-Ese día de marzo no pasó nada porque cada una se fue a su casa ya que no nos conocíamos tampoco. Cuando el 24 de marzo de ese año que se cumplía un año del golpe de Estado se hizo una ceremonia en la iglesia Stella Maris. Fuimos y nos reconocimos. Me reencontré a Azucena que era la promotora. Pero, cuando fuimos al costado de la iglesia y vimos a (el general Jorge Rafael) Videla, el brigadier Orlando) Agosti y (el almirante Emilio) Massera, los tres integrantes de la Junta Militar. Cada uno en un reclinatorio rojo. El cardenal (Juan Carlos) Aramburu les había hecho la misa en conmemoración por el año del golpe y eso nos dio mucha indignación. Nos fuimos y ahí, entonces surgió todo. Fue Azucena la que originó esa cita para encontrarnos el 30 de abril en la Plaza de Mayo. Ella decía "si somos muchos, Videla por ahí nos escucha".

-¿Tuvo miedo alguna vez?

-Nunca tuve miedo. Yo estaba al margen del miedo, llegaba a mi casa a las 12 de la noche y mi marido siempre me esperaba. A veces me encontraba en lugares donde me preguntaba cómo hacer para regresar. Conocía el centro porque trabajé, pero no estaba acostumbrada a tomar colectivos hacia otros lugares.

Fuente: Télam.

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