
Por Paula Pérez: Crónica desde mi mirada profesional sobre la etología clínica en La Pampa
El doble anuncio del gobernador Carlos Verna sobre su enfermedad y sobre que no va presentarse para ir por la reelección sacudió el tablero político pampeano. Hay que preguntarse cuánto se tambaleó verdaderamente.
Columnas10 de septiembre de 2018
Escribe en InfoHuella: Norberto Asquini


Por Norberto G. Asquini /Columnista en InfoHuella
Si algunas miradas interesadas buscaron enseguida una visión apocalíptica sobre el futuro político del PJ, desde el poder prima una visión mucho más racional: hay más incentivos para la unidad que para la aventura y Verna seguirá siendo el garante de este orden.
Las dos visiones sobre un anuncio
El anuncio de Verna fue un golpe por todas las implicancias que tiene de cara a 2019. Enseguida, desde la oposición, más allá de los mensajes de acompañamiento, varios dirigentes se restregaron las manos pensando en cómo la situación puede mejorar sus chances. Algún diputado del PJ comentó en los pasillos de la Legislatura durante la última sesión que “ahora viene sangre”. El periodismo, más sensacionalista que analítico, habló de una “carnicería” o arrojó veinte posibles sucesores, y de todas las vertientes, por si le acierta a alguno.
Pero no hay que adelantarse. Hay dos visiones sobre lo que sobrevendrá en la política pampeana: a esa que llamaremos la apocalíptica con sus dos vertientes (la que espera la caída del peronismo o la de los intereses personales que a río revuelto buscan mejorar su posición dentro del PJ) y la racional que se le contrapone. Esta segunda es la que baja desde el segundo piso de Casa de Gobierno y derrama en las intendencias.
Poder de fuego y campaña
La situación personal y política de Verna abre incógnitas, pero no parece asustar a quienes están en su entorno. El vernismo ya pasó por dos catástrofes, o algo similar, en 2007 y 2011 (momento en que se pensaba que el dirigente no volvía más a la política), y sobrevivió.
El gobernador ya les avisó que no va a quedarse al margen de todo el proceso del armado electoral el viernes cuando retomó su agenda con normalidad. La pregunta a esto es: ¿Puede perder poder de fuego por su salud y por ya no ser el candidato del PJ? Seguramente, pero no será un pato rengo. Verna les dijo a los suyos que va a garantizar las negociaciones, y que a su sucesor lo elegirá él. Siempre, vamos a decirlo, que su salud se lo permita. “Mientras el cuerpo le dé, el gobernador ya dijo que se va a poner al frente para acordar las listas y también el lugar de los sectores y partidos aliados”, es la información, y el deseo, de uno de sus más cercanos.
Durante el viernes se barajaron listas de los posibles candidatos a sucederlo en la gobernación por el oficialismo, o de aquellos que podrían querer serlo. Pero querer no es poder. El vernismo tiene a Verna, y a su favor el factor emotivo que tendrá el tema de su salud en el votante durante la próxima campaña, y los recursos, tanto de los ministerios como de los intendentes. Y el PJ es un partido de gobierno.
Que el vernismo no tenga debajo de Verna a un o una dirigente fuerte en votos o en conocimiento, no significa que el resto de las líneas sí. La ecuación actual al interior del PJ es que ningún dirigente tiene más votos que otro. Ninguno asoma más que otro. De allí que el elegido a suceder al mandatario deberá reunir dos condiciones: el dedo de Verna -con el acuerdo de Rubén Marín, su socio estratégico- y un nombre con consenso hacia dentro del peronismo.
Otra vez, sin margen para la aventura
Otra cuestión latente será el momento en que designe a su sucesor. ¿Deberá esperar o tendrá que presentarlo en sociedad cuanto antes para evitar desgaste y disputas?
Para los apocalípticos, están los dirigentes o espacios que frente a la situación actual, que pueden considerar de debilidad en el peronismo, podrían tomar vuelo para disputar la gobernación al vernismo, o quienes van a confrontar para mejorar su posición dentro de las listas. Podría haber varios díscolos, y tienen nombre y apellido. El vernismo, no sin intención, dejó trascender un dato: uno de estos dirigentes quiso armar una reunión con parte de su sector en el sur provincial el fin de semana y no tuvo quórum.
En una configuración del PJ como la actual, no hay demasiadas posibilidades para lanzarse a la aventura. Los márgenes se acotan. Como dijimos, el panorama interno está disperso y nadie cuenta con votos suficientes para hacer fuerza por sí mismo. Habrá, por supuesto, pujas con los demás espacios (el marinismo ha sido un protagonista central) y hasta especuladores (el robledismo en 2015 recién arregló con Verna cuando Jorge no le dio lugar), pero la visión que parece primar es la racional. Rubén Marín puede querer mejorar la situación de los suyos, pero siempre ha jugado en un marco de racionalidad. Lanzarse a la interna, estiman los que adscriben a esta visión, podría llevar a poner en juego la provincia. Igualmente, la política es un caja de sorpresas, no descartemos lanzamientos de posibles postulantes a la gobernación.
En esa vertiente apocalíptica algunos comienzan a sospechar de los movimientos de los demás. Como la idea de que el marinista Mariano Fernández cuando se haga cargo de la gobernación pueda mejorar desde allí su lugar para estar mejor considerado en 2019. El vernismo lo conoce y afirma que ha sido leal a Verna en todo sentido. Y no ha usado la situación de quedarse a cargo de la gobernación para mejorar su posición.
Verna, a pesar de su salud y ya sin reelección, seguirá siendo central en esta historia. Mientras la salud se lo permita, el poder seguirá pasando por su dedo. Por ahora, la dirigencia peronista tiene en ese dedo la seguridad que los mantiene unidos, o al menos sujetados.



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