Por: Lic. Sabrina Alcaraz (*) / RRHH

En la actividad física distinguen la flexibilidad en activa y pasiva, siendo la primera la amplitud máxima de una articulación o de movimiento que puede alcanzar una persona sin ayuda externa. La flexibilidad pasiva, en cambio, es la amplitud máxima de una articulación o de un movimiento a través de la acción de fuerzas externas, es decir, mediante la ayuda de un compañero, un aparato, el propio peso corporal etc. Esta definición llamó mi atención: ¿Puede ser que pase lo mismo con la mente? ¿Con nuestras decisiones y costumbres? ¿Podemos volvernos más flexibles cuando hay fuerzas exteriores que nos empujan?
El 2020 llegó con un gran desafío para nuestras sociedades, por primera vez en muchos años lo que veníamos haciendo a diario ya no lo podemos hacer: los trabajos a los que íbamos todos los días, las escuelas donde dejábamos a nuestros hijos/as, los lugares donde buscábamos esparcimiento o deporte. Todos esos lugares se desdibujaron y los animales humanos nos encontramos con un gran desafío: transformar nuestras rutinas, reacomodar nuestras ideas sobre cómo se viven el trabajo, el estudio, la diversión y nuestras relaciones. Flexibilizarnos para que toda nuestra vida entre en las cuatro paredes de nuestras casas y en las pantallas de nuestros dispositivos, pero sin rompernos a nosotros/as mismos/as en el proceso.
Si las fuerzas externas pueden ayudar a que un músculo sea más flexible: ¿Será posible que el virus, la crisis, el distanciamiento y todo lo que hoy nos afecta, sea la fuerza que impulse nuestra flexibilidad personal?
La neurociencia nos dice que la única capacidad con la que nacemos las personas es la de aprender. No sabemos caminar, hablar, tomar decisiones… pero podemos aprender. Eso significa que si miramos atrás en nuestras vidas lo que hemos venido haciendo ha sido aprender. Toda fuerza externa nos ha desafiado a tomar decisiones y tanto en los aciertos, como en los errores, hemos aprendido. Esto muestra que frente a escenarios nuevos la primera actitud que sabemos tomar es abrirnos al aprendizaje. Con la angustia, el miedo y la ansiedad que acompañan el momento de no saber.
Justamente es a partir de no saber, que mi mente siente esa fuerza externa que la obliga a flexibilizarse. Con incomodidad y angustia busca respuestas a nuevas preguntas.
¿Cómo logramos un nuevo equilibrio? ¿Cómo evitamos “rompernos”?
· Evitemos los pensamientos del tipo “todo o nada”. Nunca volveremos a la normalidad es un pensamiento de este tipo, que no funciona como reforzador positivo de la flexibilidad. Reemplacemos por no tengo más la rutina de antes, pero puedo comenzar una nueva que me sirva en este contexto o debo encontrar nuevas maneras de organizarnos en familia que nos ayuden a vivir mejor el día a día. Los pensamientos de este tipo refuerzan nuestra capacidad de accionar frente a fuerzas externas, en vez de paralizarnos.
· No reemplacemos relaciones por conexiones. Esta idea es del filósofo Byung Chul-Han, quien nos alerta sobre el peligro de que todas nuestras relaciones sean a través de las redes. En escenarios como los de hoy, donde muchas veces los vínculos se desarrollan a través de una pantalla es fundamental seguir enfocados en nutrir nuestras relaciones. Ya sea en lo educativo, en lo laboral o en lo familiar, pensemos nuestras comunicaciones e interacciones para dar soporte a nuestra comunidad, no solo información. Acciones como programar un zoom solo para saber cómo está mi equipo, o lo “zoomples” que permiten cantarle el cumpleaños a una persona para que se sienta importante, o tal vez pensar los horarios de las reuniones de acuerdo a la realidad familiar de las demás personas, son detalles que pueden sumar mucho a las relaciones y al cuidado dela otro/a.
· Nos rompemos cuando nos quebramos. Conocer nuestros límites es fundamental, saber qué nos hace llorar, nos angustia o no da miedo. Se tu mejor amigo/a: preguntate todos los días cómo te sentís, sonreíte en el espejo porque te alegra verte, decí no cuando quieras hacerlo, porque un si mal dado solo debilitará tus energías. Cuando sientas que las fuerzas externas son demasiado para vos, frena. Primero con el cuerpo, que ayudará a frenar tu mente. Recurrí a la música, la relajación, respiración, dibujo o, tal vez, golpear una almohada. Eso que le permita a tu cuerpo flexibilizar sus movimientos, para que lleve a tu mente por el mismo camino.
Es largo y con altibajos el camino de la flexibilidad. Aún cuando nuestra especie se ha ido adaptando a lo largo de millones de años a todas las fuerzas externas posibles, nos sigue costando recordar que tenemos la habilidad de aprender y la elasticidad suficiente para acomodarnos a nuevos escenarios. La clave siempre ha sido la colaboración, movernos en tribu y no flexibilizar nuestros valores. Con esas bases lograremos terminar el 2020 con nuevos aprendizajes en nuestras vidas, más elásticos que como empezamos pero sin haber quebrado nuestra esencia.
(*) Lic. Relaciones del Trabajo RRHH / Fundadora de Humanly Consultoría
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