Nieto 130: "Gracias por no dejar de buscarme"

“Yo quiero saber la verdad”, asegura Matías Darroux Mijalchuk en diálogo con PáginaI12. Desapareció junto a su madre cerca de la ESMA, cuando tenía casi cinco meses. Lo dejaron en la calle y fue adoptado. Ahora, abraza a los que lo buscaron por 40 años y trata de reconstruir su historia.

Nacionales14 de junio de 2019Redacción: InfoHuellaRedacción: InfoHuella
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Por Ailín Bullentini /Página12


Para Matías Darroux Mijalchuk “los genes no son joda”. Tiene 41 años y hace tres, justamente, que la genética le confirmó un montón de sospechas. En 2016 supo que es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, una pareja desaparecida en diciembre de 1977. Para entonces, él tenía casi  cinco meses y su mamá un embarazo incipiente. Pero poco y nada sabe de la historia de sus padres, de las circunstancias en las que fueron secuestrados, de dónde estuvieron encerrados ni cuál fue su destino. Por eso decidió sacar a la luz su historia: “Yo quiero saber la verdad sobre lo que les pasó, quiero saber si tengo un hermano o hermana. No es una necesidad de reconocimiento, es una necesidad de verdad”, explicó en una entrevista con este diario tras una conferencia de prensa en la que las Abuelas de Plaza de Mayo lo presentaron como el “nieto 130”.

  Matías supo desde siempre que quienes lo criaron eran sus padres adoptivos.

–¿Cuál fue la historia que te contaron sobre tu origen?

–Me contaron que una señora me encontró de bebé en la calle, a unas cuadras de la Esma. Esta mujer me lleva a una comisaría de Nuñez y dice que me encontró en la calle, esquina de Ramallo y Grecia, en un Bebesit, cosa que para la época no era algo muy común. De hecho, mi tío biológico –Roberto Mijalchuk, un personaje central en la restitución de la identidad de Matías– cuenta que mi mamá siempre me llevaba en un mosiés, o sea que no se puede dar veracidad al relato de esta mujer respecto de si efectivamente me encontró como dijo o si fue parte involucrada en la desaparición de mis padres y le dijeron “llevá a este bebé a la comisaría y contá esta historia”. De ahí, creo que pasé por el Hospital de Niños y la Casa Cuna y al otro día ya estaba en tenencia con mi familia de crianza. 

Estela (de Carlotto) me dice que quizá no se respetaron los tiempos usuales en una adopción.

Lo que también supo desde siempre, él y los integrantes de ese clan de crianza, era que no encajaba. Y entonces la sospecha sobre su posible vínculo con desaparecidos empezó a integrar el universo de posibilidades.

–¿Por qué?

–Me crié en una familia más bien burguesa, tirando a la derecha y yo tenía ideas más tirado a la izquierda. Siempre discutía con mi abuelo de crianza y una de las frases con las que él terminaba esas discusiones era “querido, son los genes”. Pero también hubo otras cosas. Me fui a los 15 años de casa. En mi familia la duda estuvo siempre, era una duda cargada de certeza. En 2006 me presento voluntariamente y me da negativo y no lo podía creer. Luego me explicaron que el perfil genético de mi familia no estaba completo, que faltaba la cadena de mi familia paterna, que se consiguió después. Por eso recién en 2016 finalmente da positivo.

Conoció a Estela y a los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud y Pablo Lachener. Por esos días también conoció a hermanos y primos de Elena y de Juan Manuel –no le queda ningún abuelo o abuela vivo– que le aportaron lo que pudieron acerca de los aspectos más biográficos de las vidas de sus padres hasta que desaparecieron. Con Roberto Mijalchuk, el hermano de Elena, entabló un vínculo más profundo. A él le agradeció especialmente: “Gracias por no dejar de buscarme”, le dijo. Y él le contó, por ejemplo, que su mamá lo había llamado Javier Matías para que tuviera las iniciales de su papá, Juan Manuel. Pero no alcanzó para dibujar el perfil de sus padres, algo que tampoco logró esclarecer la causa judicial que se abrió no bien recuperó su identidad.

–¿Creés que la visibilización de tu caso puede llegar a ayudar a otros a animarse a conocer sobre su origen?

–Sí. Y les pido que tomen conciencia social, que abran el corazón, que dejen de mirarse el ombligo, algo tan característico del argentino y en especial del porteño. No quiero hacer política, pero hay una frase que resume mucho la importancia de dar este paso: la patria es el otro. Pensá en el otro, pensá que esto es una búsqueda colectiva, no individual. Dentro de ella hay pequeñas causas individuales, pero la búsqueda es colectiva porque forma parte de la genética de nuestra nación, nuestra identidad como argentinos. Entonces, dale, no seas así.

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