Está pintando, está pintando… el piquillín

Es uno de los frutos silvestres más ricos que tiene La Pampa y, en esta época del año, empieza a pintar de colores el monte y también la memoria, donde revolotean los recuerdos de la infancia.

EscribiendoHace 2 horasPor: Cristian Javier AcuñaPor: Cristian Javier Acuña
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Con la llegada de fin de año, el paisaje del oeste pampeano se transforma como si fuera un lienzo de acuarelas. Entre sombras de toro, algún chañar o alpataco, el piquillín vuelve a hacerse notar: sus pequeños frutos comienzan a teñirse de tonos intensos que van del rojo al negro o morado, pasando por el amarrilo y naranja: un verdadero espectáculo natural que anuncia el pulso de un monte nativo, que late.

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El piquillín es un fruto profundamente ligado a los ciclos del clima. Su principal amenaza no es la sequía, sino la piedra o el granizo, que pueden tirar la flor antes de que el fruto llegue a formarse. Sin embargo, una vez que el piquillín “cuaja” y aparece verde en la planta, es difícil que se pierda: resiste mejor los embates del tiempo y continúa su proceso de maduración durante los primeros meses de un año nuevo.

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Este fruto cumple un rol clave en el ecosistema. Es una fuente de alimento silvestre fundamental para la fauna autóctona —aves, pequeños mamíferos y otros animales del monte— que encuentran en él energía y sustento en distintas épocas.

Pero el piquillín también es cultura y memoria. Tradicionalmente fue, y sigue siendo, recolectado para consumo humano, ya sea fresco o en elaboraciones caseras como arropes, dulces y licores. Prácticas que se transmiten de generación en generación y fortalecen el vínculo con el monte.

Así, mientras los colores comienzan a adueñarse del paisaje, el piquillín vuelve a recordarnos la riqueza del bosque pampeano. Hay quienes disfrutan con solo mirarlo al costado de una ruta; otros se calzan la gorra, agarran un frasco o una botella y salen a juntarlos. Después, tras dejarlos reposar en la heladera, llegan los piquillines frescos y con ellos ese gustito a infancia, cuando ir a juntar piquillín era siempre, pero siempre, un buen plan.

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